Visto desde desde el momento actual, parece que la evolución ha sido rápida pero nada más lejos de la realidad.
Todo es tan sutil, todo va apareciendo tan despacio que te permite observarlo y apreciarlo pero no considerarlo algo tan importante como para que haya que solucionarlo urgentemente.
Y así van pasando los días… y los meses.
El día a día es perfectamente llevadero aunque de vez en cuando, un detalle, una frase, una actitud te hace recordar la enfermedad.
La aparición de los síntomas son tan lentos que te hacen dudar de tu capacidad de observación y te hacen pensar que si no serán cosas tuyas, con lo cual vas dejando pasar el tiempo hasta que aparece otro nuevo detalle que te lo vuelve a recordar.
Muchas veces llegué a pensar que con los años, Carmen se estaba volviendo una cascarrabias y que estaba perdiendo esa dulzura que le había caracterizado.